lunes, 12 de agosto de 2013

El Soldado del Rey


  

Siempre que salía el rey a pasear por la ciudad, el pueblo lo aclamaba enormemente. Las voces de alabanza que oía lo exaltaba en sumo grado; pero había una voz que destacaba entre todas las demás.

Cierto día, quiso saber de quién era esos grandes gritos de júbilo y vivas hacia su persona. Así que detuvo el cortejo y envió a sus soldados a identificar hombre de bien, que daba vivas al rey con tanto ánimo y sin cesar.

Encontraron a un viejo soldado sin piernas y sin brazos que se agitaba con verdadera alegría. «¿Podía ser éste, el de las grandes voces?», se preguntó el rey al verlo llegar ante su presencia

-         Dime, buen soldado, ¿por qué tantos ánimos por tu Rey?, ciertamente que estoy muy alagado. ¿A qué se debe tanta euforia? –preguntó intrigado el Soberano.

-         Ay, mi señor es una vieja historia- le dijo.

El viejo soldado contó la vez que, labrando las tierras de su padre y siendo muy niño, escuchó una voz que le decía: “Vivirás muchos años, tantos como los de un Rey”. Y como los reyes no van a la guerra, supuse que viviría muchos años. Por eso fui sin dudar, a todas las guerras que declaró su majestad -desde los tiempos de su abuelo- contra sus enemigos y sobreviví a todas ellas.

-         Siempre me aferré a esa promesa-, culminó el soldado, dando un suspiro.

-         Pero la verdad, es que has quedado mal, muy mal; sin piernas y sin brazos.

-         Pero tengo corazón, mi rey, y aún no ha terminado la historia.

Intrigado el rey le invitó a proseguir:

-         Esa voz me decía que debía confiar, ser fiel a mi rey, hasta el último de mis días.

-         Me parece bien, fiel soldado. Sabio consejo.

-         Pero hay una parte que no quiero contarle –le dijo el soldado.

-         ¿Cuál, buen hombre?

-         La promesa -dudó-, es que no sé dónde, ni sé en qué lugar, la belleza, el esplendor, la magnificencia de su reinado, se prolongará por siempre y para siempre.

-         Oh, gracias, una verdad revelada a mi buen soldado, fiel y valiente…

Entonces el soldado empezó a dar vivas al rey, a lo que todo el mundo siguió fervorosamente. Y mientras el Rey se despedía, no sin antes darle unas monedas al viejo soldado, las cuales éste, se negó a recibir, pidiéndole que se acercara para decirle algo al oído:

-         El final de la promesa, mi rey, es que el día que yo muera, usted morirá también…. Y lo mejor de todo, es que en el otro lado, cambiaríamos de lugar. Yo recibiré todo lo que le di, y usted todo lo que me dio. -Y dirigiéndose a todos los que estaban cerca, gritó-: ¡Viva el rey y la providencia le reserve todas las bendiciones del mundo!

El rey definitivamente, no volvió a ser el mismo desde aquel revelador día. Solo atinó a llevarse a viejo soldado a vivir a palacio y pedir que lo cuidaran tanto como si fuera el mismo Rey.

 

 

Jaque al Rey – relatos esenciales.

 


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