viernes, 16 de agosto de 2013

El antepasado del Rey


Se encontraba el Rey en una junta con su ministro de economía para ver los asuntos diarios del reino, y había citado al Ministro de educación para un proyecto de vital importancia: poner el retrato del soberano, en todos los cuadernos de los estudiantes y aulas de todos los colegios del reino.

  El Ministro de economía tomó la iniciativa, y habló:

- El Jefe del ejército -pese a la advertencia que le hiciera usted, en la anterior reunión-, mi lord, sigue juntándose con los jefes navales y con los líderes de las cuadrillas de dragones. Está acumulando demasiado poder y…

- Invítelo al retiro, dele una buena pensión y que se vaya a su casa – respondió el Rey.

Pasaron al siguiente tema:

- El Ministro de Salud del reino quiere que pongamos en todos los libros y cuadernos del reino, mensajes de salud, educación sexual para niños, participación comunitaria y demás cosas, mi señor. Y, como usted sabe, ya hemos decidido que vaya el retrato del Rey en los hospitales también… pero insiste.

- Que se dedique a la huelga que le vendrá dentro de unos meses, porque no pienso aumentar sueldos, con lo que ganan ya es suficiente.

- ¿Le recortamos presupuesto, Señor? Sí reclaman por el recorte y se olvidan del aumento.

- Me leíste la mente, mi fiel ministro. ¡Aprobado!

El ministro de educación, que era un hombre muy viejo y muy sabio, guardaba silencio:

- Y usted, señor Ministro de Educación, ¿está de acuerdo?

- Me hizo recordar a un Rey muy antiguo, pariente suyo, mi señor, que cuando algún noble caballero se levantaba en armas, no preguntaba por qué. Simplemente, lo mandaba ahorcaba o le cortaba la mano como escarmiento. Igual con quienes osaran escribir algo en contra de él. Usted sabe, la pluma y la espada, son igual de letales cuando se dirigen en contra de un Rey.

-  ¿Qué tiene que ver con lo que estamos haciendo ahora, señor Ministro? – se adelantó el Rey.

El Ministro de Educación, como si no lo hubiera escuchado, prosiguió:

-  Supongo que es una buena forma de gobernar: Ahorcar, cortar la lengua, manos… pies.

-  ¡Qué horror! – Exclamó el Rey- ¿Eso sucedía en el pasado, mi viejo Ministro? – respondió el Rey acentuando lo de viejo: Usted seguro estuvo ahí- y soltó una carcajada.

 

- No veo la diferencia, mi señor… -se adelantó el viejo Ministro-. A veces, le cortamos las manos a quién es un peligro para nosotros, es lógico y hasta aceptable. Quitarle los pies, para que no anden por ahí, yendo donde el rey no puede ni tampoco quiere. Quitarles presupuesto a los ministros o pagando a los pregoneros del rey más de lo que valen, para que canten hasta la canción que no quieren. Periódicos y artistas suelen ser muy baratos

- Es el arte de gobernar –dijo el Rey, quien siempre se ufanaba de ser bueno en eso. Luego le dijo para que cortara su larga clase y probara su lealtad:- ¿No opina usted igual? En mi reinado no hay sangre, señor Ministro: “matamos menos”.

Entonces el viejo maestro, sin inmutarse, se puso de pie y dando la espalda a su rey, procedió a retirarse del recinto.

-  ¿Me das la espalda, anciano?

El Ministro de Educación y viejo maestro, volteó y le dijo:

- Es lo mismo, mi señor: usted corta las manos, los pies y lenguas, igual que aquel rey malvado, antepasado suyo. La diferencia es que usted no derrama sangre, eso es a ojos vista; lo que usted hace, es que se desangren por dentro.

- Sabe usted –dijo el rey molesto, poniéndose de pie, apretando la empuñadura de su real espada: – puedo destituirlo por lo que acaba de decir.

- Por supuesto, mi señor, lo sé. – Dijo el viejo profesor y concluyó:- ¡Me cortará la cabeza, sin derramar una gota de sangre! Eso es lo que hace un rey moderno, supongo. – Y luego, se marchó.

Cuando hubo salido, se adelantó el Ministro de Economía, y puso una carta de retiro con agradecimiento por los servicios prestados al reino, para su sola firma. El Rey entonces, satisfecho por cómo su Ministro de Economía se adelantaba a sus pensamientos, recomendó:

-  Busca un Ministro más joven –y suspiró como para darse ánimos reflexivos:- Los viejos no tienen nada que perder, se ponen insolentes y agresivos.

Al caer el sol, y solo en sus aposentos reales, el Rey se dijo a sí mismo: «Cuando eres joven, pasas por valiente; pero cuando eres viejo, pasas por estúpido». Y esa fue una de las muchas noches que el Rey no pudo dormir tranquilo, soñando verse al espejo, y ver que no era, en realidad, un Rey, sino la versión moderna de su  sangriento antepasado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario