miércoles, 7 de agosto de 2013

El bufón del Rey

El Rey no tenía memoria de una real carcajada, ni si quiera de una leve sonrisa, desde que el bufón mayor del reino se fue para no volver más. Al principio pensó que estaba enfermo, luego, que se la había rebelado, pues no acudía a sus constantes llamados a palacio, pese a ofrécele el doble de su salario. Así que un día, decidió ir a buscarlo personalmente, sea para averiguar el verdadero motivo, sea para castigarlo al «bufón desobediente».

Acompañado de su guardia personal, el rey partió rumbo a la casa del bufón, no sin antes evitar la fanfarrea de tambores y cornetas que anunciaban su paso, tanto para su entrada como su salida, como lo hacían siempre. Esta vez, debía ser en silencio porque iba a pedir a un bufón que volviera a su trabajo.

Y mientras iba acompañado por de su más leal y confidente general, le preguntó:

-          ¿Por qué crees que el bufón del Rey no quiere regresar al palacio real?

-          No lo sé, pero creo que fue por las burlas.

-          ¿Burlas? Pero si es un bufón, amo de las burlas…

-          Las suyas, señor, con todo respeto…

-          ¿Las mías?

-          El bufón de su majestad era mago, malabarista, equilibrista, payaso, cantor, tocaba varios instrumentos, contaba cuentos…

-          Y sí, es excepcional. Debo contratar a 10 bufones jóvenes para que completen un espectáculo.

-          Justamente por eso, bastaba que tuviera un error, para que usted se burlara de él.

-          Pero si es normal…

-          Con todo respeto, mi lord, el que cuenta los chistes era él. Usted se burló de él cuando se le cayeron los 10 aros de malabares… y nadie podía ni con 5.

-          ¿Y que hay con eso?

-          Todos los bufones, desde el aprendiz e incluso, los más torpes, se burlaron de él.

-          Ah, es que no se hace respetar.

-          No mi lord, la burla venía del Rey, y era casi una orden.

-          Susceptible el bufón, me parece.

-          El día que se enfrentó al mago chino, que levitaba, usted descubrió el truco delante de todos.

-          ¿Y qué con eso? Todos supieron que era una farsa, un truco.

-          Pero la gente alabó más al mago chino, que al bufón del rey, y ambos, eran truco.

-          Una simple comparación, mi general, ¿usted no compara a un buen soldado de uno malo?

-          No mi lord; lo reto, nunca lo comparo.

-          Sí me acuerdo que un día no quiso actuar, y lo suspendí… Es más, ignoré su regreso.

-          Pese a que preparó el mejor de los espectáculos.

-          A veces hay que mantener a la gente en angustia, ignorarlos de vez en cuando… para que no se la crean y se les suban los humos…

-          Eso es letal para alguien que vive del espectáculo, mi Rey.

-          Ah, pero tampoco es el mejor bufón. ¿Recuerdas el francés ese, que ni hablaba? Solo con gestos hacía reír a todos. Un mes fue comentario de mi mesa…

-          Sí, me acuerdo, tanto que el bufón del rey pasó desapercibido e ignorado todo ese mes.

-          Pero no es leal de su parte. “La función debe continuar”, es el lema…, y no me parece justo que me abandone así… Incluso se rebele contra mí, rechazando el salario que le ofrezco.

-          ¿Estamos yendo a pedir que regrese o amenazarlo?

-          Ambas cosas, tal vez…

-          Y si consiguió trabajo…

-          A ver si le dura.

-          Quizás haya aprendido mejores trucos…

-          O los ha comprado a magos, equilibristas o cuenteros de otros reinos… ¿Sabías que el talento también se compra?

-          No, mi lord…

-          Cuántos compran títulos y hasta son llamados doctores, y no saben ni hablar.

-          Pero aprobaron el examen…

-          Tuvieron suerte… o dinero como cancha.

-          Usted premió a su ministro de economía por el cuidado del tesoro real, ¿recuerda?

-          Sí, una medalla al mérito…

-          Esa es su casa, la más bella del reino…

-          Digno, muy digno

-          Ve esa casa de la colina que tiene vista al océano.

-          Sí, ¿de quién es?

-          De su ministro de salud. Se la compró después de que pasó la pandemia…

-          Opulenta, sin duda. Y esa pequeñita, pero bien arreglada ¿de quién es?

-          Del ministro de educación.

-          Digna para alguien que tiene vocación.

-          Y esa, de ladrillos con techo de hojalata, y maceteros de ollas viejas, es realmente muy pobre, pero guarda dignidad de artista ¿de quién es?

-          De su bufón señor.

El rey quedó en silencio. Recordó que mientras su bufón real lo alentaba, preparaba nuevos trucos, escribía nuevos cuentos moralistas, motivadores; perfeccionaba sus malabares en medio de crisis, huelgas, guerras y pandemias, para mantener el ánimo y la mente positiva del Rey y sus Ministros, todos los demás solo habían sacado provecho, menos su bufón.

De pronto, al Rey le invadió una tristeza profunda, se dio cuenta que era un malvado… Que su bufón le había hecho tanto bien, y él, tanto mal… Entonces, solo entonces, actuó como un rey.

-          Volvamos al palacio… no tiene caso.

Y mientras el general ordenaba a la guardia dar la vuelta, vio al bufón del Rey que lo miraba desde una de las ventanas de su casa, al tiempo que le regalaba una espléndida sonrisa…

Entonces el General saludó al bufón, de una manera tal, que solo se le puede ofrecer a un verdadero Rey… Y regresó al reino, convencido de que ahora acompañaba a un auténtico payaso.     

 


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