miércoles, 7 de agosto de 2013

El Consejero del Rey


   


 

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na vez que el viejo Rey abdicara a su mandato, muchos nuevos consejeros se acercaron al príncipe y, más que vender sus servicios, hablaban del viejo consejero del rey, aduciendo que también estaba viejo, que también debía jubilarse, que tenía ideas obsoletas, que era un “dinosaurio”, que los “viejos a la tumba y JÓVENES A LA ACCIÓN”, que la nueva generación libertaria, y todos los argumentos modernos que, no eran más que «palabras de jóvenes con ego inflamado, y desmesurada ambición», se dijo el viejo consejero del rey saliente, quien perdonaba todo, incluso, el insulto personal.

Y es que él estaba en realidad tan por encima de esas cosas, que los mismos poderosos del reino (hacendados, banqueros y generales) no lo invitaban a las reuniones ni era socio de ningún club social ni campestre ni de playa. Siempre viendo los acontecimientos del reino y adelantándose un paso a lo que ocurriera. No estaba pendiente ni sufría -como la mayoría-, de que lo quisieran o no, o que tuviera tal bien o no. Su visión estaba por encima de los límites de los notables, de los señores, de los soldados o cualquiera del reino.

El nuevo príncipe y futuro Rey, le dijo:

- A veces mi padre lo enviaba a usted a la guerra sin armas y regresaba vencedor.

- Y, sí –dijo el consejero.

- Eres el más astuto de los estrategas, me contó un día. A veces el hambre-, desata ese sentido, llamemos, de conservación y agudiza el ingenio – concluyó con cierta maledicencia.

- Bueno, cuando traje honra al reino –habló el consejero-,  no he pedido ni recibido felicitado en público ni en privado del Rey, ni si quiera un comentario de que si soy o no buen consejero. Mi interés siempre fue otro, mi lord – añadió.

- ¿Humildad?

- Puede ser, pero mi interés es el buen gobierno, nada más – y cortó de inmediato: -¿Y cómo piensa usted mejorar el rendimiento del reino, mi lord.

- Tengo un grupo de jóvenes –y enfatizó el príncipe-, que liderarán ese proceso.

- ¿Tienen experiencia, mi lord?

- Han estudiado en las mejores universidades, tienen maestría, doctorados, sobre todo seguidores, reclutados en lugares de gente joven: playas, bares, discotecas, cantinas… Eso que no había en su tiempo, - y de hecho, me apoyan – dijo el príncipe con risa burlona-. Y se los voy a presentar, aquí y ahora – y dio la orden de que ingresaran sus nuevos consejeros, a lo que al ver a viejo, solo atinaron a lanzarle miradas despreciativas.

- Huele a flores, mi rey… Parece cementerio –dijo uno de los nuevos consejeros del príncipe, a lo que todos rieron-. Debe cambiar a olores como “pachulí”

- O Cup Kekes recién horneados, mi lord – dijo otro, a lo que todos respondieron con un Hummmm

El viejo consejero se acordó cuando era joven, lo primero que hizo fue rendir homenaje a los viejos consejeros salientes. Es más, pasaba tardes enteras escuchándolos en sus casas, estudio o parques donde los encontrara. Leía sus libros y artículos. Sumaba sus experiencias a las suyas. En cambio, estos jóvenes, solo atinaban a mirarlo con desdén y comentar y pedir cosas de infantas.

-            Cada uno de ellos tiene los mejores pergaminos, como se lo dije antes –habló el príncipe-. Han estudiado en las mejores universidades del reino y del extranjero.

El viejo los miraba a cada uno, directamente a los ojos. Y ellos Empezaron a hablar de cómo eliminar al obsoleto congreso, renovar la junta de jueces, mejorar la economía, regalar agua y comida a los pobres, de reducir el presupuesto militar, hacer que la policía sea “amable” con los ciudadanos, invitar al retiro a los viejos generales, reconocer a los colectivos de homosexuales y lesbianas, legalizar el aborto y la marihuana… que todo eso era lo moderno.

El príncipe miraba atentamente al viejo consejero que no se inmutaba, pese a que por años sostuvo todo lo contrario. Entonces, preguntó:

-          ¿Qué opina de las nuevas ideas, mi sabio y viejo consejero?

Entonces, el viejo consejero, miró a cada uno de los jóvenes aspirantes, y les dijo:

-            Ardua tarea la que les espera, pero ¿quién de ustedes va a liderar el consejo supremo del Reino? –todos se miraron entre sí. Fue entonces que concluyó: - Cuando lo hagan, me avisan para delegarle mi puesto – y procedió a retirarse.

Al cabo de unos días, se acusaron tanto entre ellos de ladrones, que hijo de ladrón es también ladrón; que tenían intereses porque eran de la misma calaña, hacer leyes para su grupito, que cuando fuiste, a quien has ganado, que has hecho en tu perra vida; o, acusándose entre ellos: drogadictos, marihuaneros, “abortera, abortero” que convirtieron el reino en una olla de grillos…

-            Basta: Llamen urgente al viejo consejero – dijo el príncipe desesperado, un año después de ser nombrado Rey.

Demás está decir que demoraron meses, y hasta años, volver al estado original; todo lo contrario a darse cuenta que, de los consejeros jóvenes, no quedó ninguno.  




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