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na vez que el
viejo Rey abdicara a su mandato, muchos nuevos consejeros se acercaron al
príncipe y, más que vender sus servicios, hablaban del viejo consejero del rey,
aduciendo que también estaba viejo, que también debía jubilarse, que tenía ideas
obsoletas, que era un “dinosaurio”, que los “viejos a la tumba y JÓVENES A LA
ACCIÓN”, que la nueva generación libertaria, y todos los argumentos modernos
que, no eran más que «palabras de jóvenes con ego inflamado, y desmesurada
ambición», se dijo el viejo consejero del rey saliente, quien
perdonaba todo, incluso, el insulto personal.
Y es que él estaba en realidad tan por
encima de esas cosas, que los mismos poderosos del reino (hacendados, banqueros
y generales) no lo invitaban a las reuniones ni era socio de ningún club social
ni campestre ni de playa. Siempre viendo los acontecimientos del reino y
adelantándose un paso a lo que ocurriera. No estaba pendiente ni sufría -como
la mayoría-, de que lo quisieran o no, o que tuviera tal bien o no. Su visión
estaba por encima de los límites de los notables, de los señores, de los
soldados o cualquiera del reino.
El nuevo príncipe y futuro Rey, le
dijo:
- A veces mi padre lo enviaba a usted
a la guerra sin armas y regresaba vencedor.
- Y, sí –dijo el consejero.
- Eres el más astuto de los
estrategas, me contó un día. A veces el hambre-, desata ese sentido, llamemos,
de conservación y agudiza el ingenio – concluyó con cierta maledicencia.
- Bueno, cuando traje honra al reino
–habló el consejero-, no he pedido ni
recibido felicitado en público ni en privado del Rey, ni si quiera un
comentario de que si soy o no buen consejero. Mi interés siempre fue otro, mi
lord – añadió.
- ¿Humildad?
- Puede ser, pero mi interés es el
buen gobierno, nada más – y cortó de inmediato: -¿Y cómo piensa usted mejorar
el rendimiento del reino, mi lord.
- Tengo un grupo de jóvenes –y
enfatizó el príncipe-, que liderarán ese proceso.
- ¿Tienen experiencia, mi lord?
- Han estudiado en las mejores
universidades, tienen maestría, doctorados, sobre todo seguidores, reclutados
en lugares de gente joven: playas, bares, discotecas, cantinas… Eso que no
había en su tiempo, - y de hecho, me apoyan – dijo el príncipe con risa burlona-.
Y se los voy a presentar, aquí y ahora – y dio la orden de que ingresaran sus
nuevos consejeros, a lo que al ver a viejo, solo atinaron a lanzarle miradas despreciativas.
- Huele a flores, mi rey… Parece
cementerio –dijo uno de los nuevos consejeros del príncipe, a lo que todos
rieron-. Debe cambiar a olores como “pachulí”
- O Cup Kekes recién horneados, mi
lord – dijo otro, a lo que todos respondieron con un Hummmm
El viejo consejero se acordó cuando
era joven, lo primero que hizo fue rendir homenaje a los viejos consejeros
salientes. Es más, pasaba tardes enteras escuchándolos en sus casas, estudio o
parques donde los encontrara. Leía sus libros y artículos. Sumaba sus
experiencias a las suyas. En cambio, estos jóvenes, solo atinaban a mirarlo con
desdén y comentar y pedir cosas de infantas.
-
Cada
uno de ellos tiene los mejores pergaminos, como se lo dije antes –habló el
príncipe-. Han estudiado en las mejores universidades del reino y del
extranjero.
El viejo los miraba a cada uno,
directamente a los ojos. Y ellos Empezaron a hablar de cómo eliminar al obsoleto
congreso, renovar la junta de jueces, mejorar la economía, regalar agua y
comida a los pobres, de reducir el presupuesto militar, hacer que la policía
sea “amable” con los ciudadanos, invitar al retiro a los viejos generales,
reconocer a los colectivos de homosexuales y lesbianas, legalizar el aborto y
la marihuana… que todo eso era lo moderno.
El príncipe miraba atentamente al
viejo consejero que no se inmutaba, pese a que por años sostuvo todo lo
contrario. Entonces, preguntó:
-
¿Qué
opina de las nuevas ideas, mi sabio y viejo consejero?
Entonces, el viejo consejero, miró a
cada uno de los jóvenes aspirantes, y les dijo:
-
Ardua
tarea la que les espera, pero ¿quién de ustedes va a liderar el consejo supremo
del Reino? –todos se miraron entre sí. Fue entonces que concluyó: - Cuando lo
hagan, me avisan para delegarle mi puesto – y procedió a retirarse.
Al cabo de unos días, se acusaron
tanto entre ellos de ladrones, que hijo de ladrón es también ladrón; que tenían
intereses porque eran de la misma calaña, hacer leyes para su grupito, que
cuando fuiste, a quien has ganado, que has hecho en tu perra vida; o,
acusándose entre ellos: drogadictos, marihuaneros, “abortera, abortero” que
convirtieron el reino en una olla de grillos…
-
Basta:
Llamen urgente al viejo consejero – dijo el príncipe desesperado, un año
después de ser nombrado Rey.
Demás está decir que demoraron meses,
y hasta años, volver al estado original; todo lo contrario a darse cuenta que,
de los consejeros jóvenes, no quedó ninguno.
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