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uego de que
el Papa Gregorio IX, a través de su Vox in rama condenara a muerte a todos los gatos, por ser
representantes del mal, y miles de ellos fueran quemados, las ratas
empezaron a salir a morir solas en las calles. Cosa que le atribuyeron de
inmediato a un “milagro” pontifical, cuando en realidad salían a morir víctimas
de la peste negra, de la cual eran portadoras y causantes de la muerte de 50
millones de personas en Europa.
Nobles y soldados, campesinos y
artesanos caía como moscas muertas en los caminos y campos, en las calles y las
casas. Fue cuando el rey llamó a sus consejeros increpándoles si acaso eso ya no
lo habían solucionado.
-
Fue Charles, el siervo abre zanjas quien estaba
encargado de eso, mi lord. Todas las aguas servidas las canalizó él, pero ahora
están estancadas y no cumple con su trabajo. - Atinó a informar uno de los consejeros
del rey.
Años atrás cuando se presentó la
primera gran epidemia, Charles, uno de los ingenieros más eficientes del reino,
dio la solución:
- Debemos canalizar las acequias
y taparla, desviar las aguas sucias hacia el mar y tener un ambiente más limpio
higiénico -propuso.
El rey le dio entonces el encargo
a Charles pues nadie quería hacerse cargo de esa tarea, por ser una empresa
“demasiada asquerosa para un noble”. Y luego de que Charles aceptara dicha
comisión, y las condiciones insalubres del reino desaparecieran, todos se
olvidaron de que alguna vez hubo peste, y de paso, de olvidaron también, del
buen Charles.
Pero cuando se presentó
nuevamente una pandemia, todos buscaban no un remedio, y mucho menos una
solución: debía encontrar un culpable. Y, aunque charles había dado la solución
en una primera instancia, la presencia de la peste indicaba que era un total
fracaso.
- El Culpables perfecto –dijo
alguien.
- Mi Señor, Charles, el
fontanero, no quiere venir dice que está ocupado – Explicó un escandalizado consejero
real.
- Mi Rey, Charles, el fontanero,
le manda a decir si le puede enviar siervos para que trabajen por él si quiere
su presencia porque está muy ocupado, dice – se expresó un arquitecto del Rey,
sentenciando:- una falta de respeto, mi
Su Señor.
- Lo amenacé con mi espada, mi
lord, y se puso bravo, como la vez que fui a matar a sus 30 gatos…
Definitivamente, no quiere hacerle caso, mi Señor… - y remarcó el jefe de la
guardia imperial:- Dice que vaya usted.
Esto último no agradó a nadie y menos atreverse a darle órdenes al rey,
y peor aún, un ingeniero venido a menos, como fontanero. El rey se vistió con
armaduras de guerra para impresionar y marchó hacia las zanjas de Charles, el
fontanero.
Lo primero que el Rey dijo al
verlo, fue:
- Encima, durmiendo en medio de
esta zanja apestosa. Eres un irrespetuoso, Charles, ¿cómo te atreves a
enfrentar a tu rey e intentar humillarlo viniendo yo a ti, y tú no a tu rey?
Cuando los soldados lo levantaron, Charles no estaba durmiendo; estaba muerto
en la zanja.
El rey ordenó entonces a todos
sus soldados ocuparse del asunto, enterrar a Charles, olvidarse de él y asignar
un reemplazo urgente.
Meses más tarde, la epidemia poco
a poco empezó a menguar. Por su puesto que los pregoneros del Rey no solo
agradecieron las oraciones de los mendigantes en las calles y del propio Papa,
olvidándose de los médicos y enfermeras que atendían a los enfermos, ¡no! Si no
que dedicaron días, meses y años en hacer escarnio de Charles, el fontanero,
haciéndole responsable de la gran pandemia.
Mientras que el Rey, en su sillón
de trabajo, daba los últimos toques a su edicto, encontró una carta sin abrir
de Charles, el Ingeniero venido a fontanero, la cual nunca leyó, y decía:
“No soy muy dado a escribir y
menos cuento con dotes poéticas, mi Señor, como para incomodarme por no tomar
en cuenta mis cartas anteriores. No estoy tan cerca de palacio para asistir a
sus fiestas y menos, visto y huelo bien, casi todo el tiempo. Me esposa me ha
abandonado y mis hijos con ella, y está bien, al menos no los he condenado a la
vida de fontanero, para quienes siempre me vieron como ingeniero. Pero mi poca
vida social no silencia mis pedidos de herramientas, materiales, y más gente
para realizar mi trabajo. Apenas dormimos mis pocos operarios y yo, y muchos
abandonan el trabajo antes de terminar la semana. Otros cobran, y no regresan.
Debería aprovechar los feriados para ir a palacio para hablar con usted, pero
igual me quitan valioso tiempo que debo
dedicar a cumplir con la encomienda de mi señor. Sepa, que abrimos zanjas todos
los días, desviamos las aguas sucias con las manos, peleamos con ratas y
alimañas que se meten a los ductos, y que eliminamos con mis queridos gatos que
han sobrevivido a la matanza. Todo eso hago y mis herramientas han envejecido,
los siervos que me apoyaban encontraron algo mejor que hacer y las ratas y
alimañas se multiplican más, y mis gatos han desaparecido uno a uno Señor,
entristeciendo más mis días aquí. Si no me ayuda, las calamidades que usted y
yo tememos, aparecerán irremediablemente. Sepa que extraño los campos y su olor
a tierra mojada y los viñedos y la uvas recién pisadas, ver crecer las plantas
y las flores de mi jardín,el amor de mi esposa y el la voz de mis hijos
diciendo “papá”; pero, si mis servicios y mi talento son necesarios para el
reino aquí, sepa que estaré de pie. Fiel a usted, espero su pronta respuesta”.
Al terminar de leer dicha carta,
el Rey miraba el encabezado del edicto real:
“Por orden de su majestad y a
partir de la fecha y para siempre, quede borrado el nombre de Charles, el
fontanero, quien por su pereza, deslealtad y falta de amor por la patria y su
Rey, hizo mal su trabajo, poniendo en grave peligro la integridad del reino,
desatendiendo la labor encomendada para bien de todos. Prohíbase pues repetir
su nombre, sea borrado del acta de nacimiento real, y expúlsese a todo aquel
que mencione o tenga algo que ver con él. Su desobediencia es tomada como alta
traición y un desplante al rey, un acto de sedición. Publiques, cúmplase y
archívese.”
Deseó por un instante no ser Rey.
Pero sabía bien que para que haya héroes, debía haber culpable, y que, en sus decisiones,
no cabían ni dudas ni murmuraciones y menos, marcha atrás… y recodó la tarde en
que caparon a su caballo. Fue entonces que, con un movimiento casi de espasmo,
tiró la carta del buen Charles, al fuego de la chimenea real.
Si estuvo muy bueno el mensaje, :)
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